miércoles, 28 de noviembre de 2012

Contra los deberes




Compartimos aquí una carta de una madre de Galatea al centro donde están escolarizados sus hijos. 
Esperamos que os guste y que la toméis como inspiración para reivindicar los derechos de las familias en vuestros propios centros escolares.

xxxxx, 28 de noviembre de 2012
A la Atención de la Dirección del C.E.I.P. xxxxxx.
Estimada Sra.xxxxx:
Me dirijo a usted, directora del centro escolar donde mis hijos, xxxxxx y xxxxxx, cursan 1º de primaria e infantil, respectivamente. El motivo de este escrito es llamar la atención sobre la carga de tareas extraescolares que reciben los niños y niñas de primero de primaria, por ser el caso que conozco más de cerca.
A diario los alumnos de primero vuelven a casa con deberes que, en el mejor de los casos, les lleva una media de entre 40 y 60 minutos realizar, además de las fichas de lectura, y las tareas que no han tenido tiempo de terminar en clase –sobre este punto me gustaría advertir que quizás es la inadecuada planificación de las tareas que hay que realizar en el aula el motivo por el que niños de 5 y 6 años tengan que volver a casa con más deberes.
Por lo que he podido averiguar no existe regulación legal acerca de este tema en España y es a criterio de los docentes que se decide si hay deberes, cuántos y de qué tipo; pero también el criterio de las familias tiene mucho que decir a este respecto. De todos modos, se ha comprobado que no basta con negarse a hacer los deberes, pues la presión que existe en el aula es grande y a menudo se hace creer a los alumnos que se trata de algo obligatorio cuya omisión hace que uno no aprenda y “se quede atrás”. Y acerca de este punto quiero compartir con usted unas conclusiones:
1.     Una revisión de más de 180 estudios de investigación, realizada en 2006 en la Universidad de Duke, halló que no parece haber correlación entre los deberes y el éxito académico de los niños en la escuela primaria. Incluso en secundaria, la única correlación apreciable es que los alumnos que hacen los deberes reciben mejores notas de sus profesores. Pero no hay ninguna prueba que confirme que los deberes ayuden a cumplir retos educativos a largo plazo, como crear individuos con inquietud por el aprendizaje, creativos, y capaces de pensar analíticamente.[1]
2.     A menudo el motivo por el que se mandan deberes es reforzar la responsabilidad del alumno y su autonomía, pero lo que en realidad ocurre es que los niños pequeños, como los de primero de primaria, no pueden realizar solos los deberes, con lo cual se da justamente el efecto contrario, creando una gran dependencia hacia algún adulto para que le ayude a hacerlos.
3.     El punto que expondré ahora es lógico, pero justamente por ello pasa inadvertido la mayoría de las veces: el exceso de tareas extraescolares impide que muchas veces los niños tengan tiempo para jugar, relacionarse, pasar tiempo con su familia, relajarse, conectar con aquello que realmente les gusta o simplemente aburrirse. Se da la paradoja de que si mi hijo hace los deberes todos los días, no tiene ni tiempo ni fuerzas para leer lo que realmente le interesa o para hacer las extraescolares que él mismo elija.
4.     Según la FCPE (Federación del Consejo de Padres de Alumnos de Francia), y también según cualquier padre o madre preguntado a la puerta del colegio, los deberes causan innecesarias tensiones familiares, impidiendo a los niños disfrutar del cada vez más escaso tiempo libre que tanto padres como niños pueden compartir a diario.
5.     Además, según la misma organización mencionada anteriormente, los deberes provocan desigualdades entre los niños, pues no todas las familias pueden dedicar a diario el mismo tiempo para ayudar a sus hijos, ni costear una academia ni un profesor privado para ello.

Los deberes son algo arraigado a la vida escolar, un trámite que parece difícil de eludir, pues se supone que solo la práctica repetitiva ayuda a adquirir ciertos conocimientos y habilidades, pero lamentablemente no existe ninguna evidencia científica que demuestre que la realización de estas tareas incremente el rendimiento, ni la autonomía ni la responsabilidad de los alumnos, ni mucho menos la creatividad,  y el pensamiento divergente e innovador. Sin embargo, sí está sobradamente demostrado que aumenta el estrés, el hartazgo y las tensiones familiares.
Los niños van al colegio para recibir una instrucción académica, dejemos que muestren en casa lo que aprenden allí y no a la inversa.
Las familias estamos para apoyar a nuestros hijos, quererlos, enseñarles y educarlos, mucho más allá de los contenidos académicos, que a juzgar por los deberes que llegan a casa son repetitivos, mecánicos y no aportan nada nuevo a lo que los niños ya han visto en clase.
Les pido, por favor, que se replanteen los ejercicios que mandan a los alumnos, que piensen qué necesitan y qué no, y si en un momento dado es necesario mandar deberes, que apuesten por tareas motivadoras, que el alumno pueda hacer de forma realmente autónoma y responsable, según su edad, y que sobre todo se trate de cosas que no puede hacer en el aula (investigación, lectura, reflexión, creación).

Le agradezco enormemente que haya leído este escrito y le ruego que lo comparta con el personal docente de su centro, para que reflexionen de forma conjunta y lo tengan en cuenta.

Reciba un cordial saludo,
xxxxxxxxxx




[1] Dato aportado por Sara Bennett, que es coautora de The Case Against Homework: How Homework Is Hurting Children and What Parents Can Do About It [El proceso contra los deberes: cómo los deberes escolares están perjudicando a los niños y qué pueden hacer los padres] y fundadora de Stop Homework, un proyecto sin ánimo de lucro dedicado a abogar por la reforma de los deberes escolares. Para saber más sobre lo que están haciendo padres y escuelas en los Estados Unidos, visita: www.StopHomework.com

sábado, 24 de noviembre de 2012

HIPERACTIVOS: ¿patitos feos o niños del cambio?

En facebook estos días varias amigas han compartido este enlace: 


¿NIÑOS HIPERACTIVOS O NIÑOS DEL CAMBIO?

Es un artículo con una entrevista a tres personas relacionadas con el tema del TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad), que denuncian una vez más la masiva medicalización de nuestros niños.  Desde el mismo artículo se pueden enlazar a otros también interesantes sobre el mismo tema, que han justificado el título de este email... 

Rescato como resumen de lo que sigue esta frase del artículo:
"Merece la pena informarse sobre el brote de medicalización de la infancia, buscar las alternativas no farmacológicas y, sobre todo, preguntarse qué nos tratan de decir los comportamientos de los niños y decidir si debemos drogarles a ellos, drogarnos todos para mantener el statu quo (el que ha decidido una minoría) o cambiar el modelo de crianza, educativo, laboral y social."

Voy a empezar contándoos que he visto este vídeo, leído los artículos y elaborado lo que quería compartir en este email de forma simultanea.  Así funciono.
Soy una adulta hiperactiva, fui una niña hiperactiva y una adolescente hiperactiva. Seguro que como dice Juan Pundik en la entrevista sobre sí mismo, seré dentro de unos años también, una señora mayor hiperactiva. Mi hijo de cuatro años también es hiperactivo.  NINGUNO DE LOS DOS PADECEMOS NINGÚN TRASTORNO y mucho menos por culpa de la hiperactividad en sí misma.

Me choca que, habitualmente, cuando digo que Evan y yo somos hiperactivos, la gente da por hecho que estoy hablando del TDAH, es decir, de una enfermedad mental.
Esa sola afirmación suele valer para que me respondan: bueno... "yo he hablado contigo y te comportas normal". Sobre Evan la cosa suele más como: "es demasiado pronto para saberlo, no se puede diagnosticar el trastorno hasta los seis años". 

Lo que trastorna y desequilibra a un hiperactivo es someterse al sistema educativo y social que hemos creado: un sistema profundamente enfermo al que como decía Krishnamurti, no es muy saludable estar bien adaptado. Para nosotros es muy difícil someternos, no podemos ser obedientes contra nosotros mismos y al no replegarnos... sufrimos mucho por el camino. Quizás precisamente por eso han decidido medicar tanta falta de sumisión.  Somos diferentes, como todos a su forma... pero a nosotros se nos nota a veces mucho y desequilibramos un sistema educativo que está haciendo aguas por todos sus frentes. 

Para cualquier niño es inadecuado un sistema educativo que:

- pretende que todos los niños aprendan las cosas al mismo tiempo, de la misma forma y con métodos obsoletos. 
- enseña contenidos totalmente limitados, que parten de la abstracción de lo que "se debe saber" y muy poco del interés genuino de cada niño. 
- masifica las aulas haciendo imposible a los maestros atender las necesidades de sus niños y cuya única opción para hacer cualquier actividad es obligar a que los niños pasen largos tiempos sin moverse, sin hablar, sin opinar... SIN SER. 
- expulsa a los padres de las aulas y de los espacios educativos, haciendo imposible su colaboración y su propia educación en el acompañamiento de sus hijos. 
- no cuida ni valoriza suficientemente la tarea fundamental de los maestros, que debieran ser las personas más preparadas y más desarrolladas de nuestra sociedad. (etc, etc.)

Para un niño hiperactivo esta realidad es simplemente un drama. La cantidad de estrés, presión por parte del grupo y de los maestros sobrepasados por las circunstancias (y a veces también poco preparados para entender la situación) que sufren estos niños es inaudita. Desde los dos o tres años, tienen etiquetas como: "malos", "agresivos", "maleducados", "insoportables". Etiquetas que desgraciadamente pronto se creen. Los padres cuando intentamos colaborar o incluso cuando buscamos ayuda entre supuestos "profesionales", nos encontramos continuamente con juicios injustos y desinformados sobre la forma en que hemos educado a nuestros hijos. No digamos si encima creemos mínimamente en el respeto hacia nuestros hijos y no respondemos continuamente con tortas y gritos ante los comportamientos que no aprobamos. 

Cuando yo era niña no existía el TDAH. A mi siempre me dijeron que era hiperactiva, pero ello no implicaba la carga que tiene hoy en día. A mi madre le costó mucho esfuerzo criarme:  mucho mis especificidades, mucho mis "rebeldías", mucho mis despistes (me olvidaba de comer por ejemplo) y mi desorden. 
En el colegio pude hacer una superadaptación. Me dejaron hacer siempre cosas diferentes a los demás, gracias a un test de CI que me puso otra etiqueta y a la suerte de encontrarme con maestros que se preocupaban por mis necesidades. Aún así me aburrí mucho... para que fuera más llevable hacía los deberes de música mientras estaba en matemáticas o construía ingenios en lengua... me pasé años con los libros dados la vuelta, para sobrellevar el ritmo de lectura de mi clase. Mi hiperactividad no era de descarga motriz ni mi frustración cursaba con agresividad, como es mucho más habitual en los niños que en las niñas (sospecho que por eso simplemente se les diagnostica más...) lo cual me facilitó mucho la vida. 
Cuando llegué al instituto la cosa empeoró... la misma lentitud, el mismo aburrimiento con mucho menos margen. Y eso que a mi me interesaba aprender de todo, que no es el caso de muchos hiperactivos que también sufren más, porque solo se interesan por las cosas que a ellos les apasionan, lo cual es otro grave delito en nuestro sistema educativo. Yo seguía siendo la alumna con mejores notas de mi clase, aunque mi comportamiento casi siempre era calificado como poco aceptable. Como anécdota de esta etapa que tuvo de todo, recuerdo la de una profesora diciéndole a mi madre que "era muy inteligente pero que ello no valía de nada, porque iba a tener graves problemas de sociabilización".  Hace poco coincidí con esta profesora tan avispada y no se acordaba de mi, pero yo si que recuerdo que mi madre lo creyó y todo el sufrimiento que ello nos acarreó a ambas.  Si hay algún docente entre los lectores, por favor, no olviden nunca su tremenda responsabilidad en la labor que están ejerciendo.


En este punto os propongo DIFERENCIAR "SER HIPERACTIVO" Y "PADECER TDAH". 

El que diagnostica de TDAH, asume tratar una forma de ser y estar en el mundo, como un trastorno en sí mismo. Si el comportamiento del niño diagnosticado es anómalo (agresivo, incapaz de realizar las tareas escolares, excesivamente inquieto, desafiante, etc.) no se atribuiría a la situación ambiental que está sufriendo el niño, sino a una deficiencia cerebral, que debe ser tratada en muchos casos con psicofármacos. 
Yo estoy tan en contra de este enfoque, que negaba la palabra en sí misma, y me costó mucho tiempo asumir que mi hijo ES simplemente HIPERACTIVO y que aunque no se trate de un trastorno, sí tiene sus especificidades y sus consecuencias (algunas muy positivas). Escribo esto porque a mi como madre, me ayudó en su momento esta etiqueta que tanto me resistía a ponernos a ambos y a él en particular, porque pude entender ciertos comportamientos que me desesperan desde otro lado. También creo que me va a ayudar a fomentar mejor sus muchos potenciales.  Pude entender y acompañar mejor su impulsividad, sus dificultades y su emoción descontrolada a la hora de relacionarse y el reto que para él suponía mantener la atención en ciertas cosas cotidianas sin perderse continuamente en su mundo interno, entre otras muchas cosas. También pude desarrollar estrategias para que cuando la hiperactividad comienza a volverse contra nosotros y nos desequilibramos, encontremos nuevas vías de volver a una posición más centrada. Sigo aprendiendo y probando cosas nuevas... intentando seguir atenta y centrada, todos los días. 

Pensar que como tiene cuatro años es demasiado pronto para empezar a entenderle y buscar formas de acompañarle, me parece simplemente una majadería.... ¿Debería esperar al dramático paso a la primaria a los seis años en un colegio convencional, donde ya estuviera definitivamente claro que mi hijo es incapaz estar sentado y realizar sus tareas como le piden? ¿Debería esperar a que el grado de desasosiego alcanzado por el niño fuera tal, que su comportamiento fuera tan desastroso que se mereciera ser tratado de "trastornado" ? 

La hiperactividad no es una enfermedad, pero existe y merece ser abordada y comprendida. Como madre, resulta muy exigente acompañar un niño que tiene una energía vital tan absolutamente asombrosa y tantas necesidades. Este acompañamiento quizás necesita de un cambio total de vida, de decisiones que no son fáciles y a menudo no son comprendidas y a veces, de una sensación de agotamiento infinita.  Pero estoy segura de que merece la pena, de que no puede haber nada más importante...
Como hiperactiva, hubiera deseado que mi madre hubiera tenido más información, que lo hubiera tenido más fácil, que hubiera sufrido menos. También hubiera sido maravilloso crecer sin ser un patito feo, sin haber sido marcada con heridas emocionales tan profundas por el simple hecho de Ser. 

El objetivo de la educación no puede ser otro que acompañar en el aprendizaje sobre sí mismo y su relación con el mundo de cada niño.  Los hiperactivos como cualquier otro grupo al que queramos etiquetar ("trastorno por déficit de iniciativa y apatía"?) necesitamos de personas que sean capaces de hacernos entender nuestros potenciales y gestionar nuestras dificultades. A mi me hubiera sido útil aprender de niña como gestionar mis emociones, como meditar, como autoregularme para no agotarme y pasarme de vueltas... tantas y tantas herramientas, que intento ahora como el que intentase ser virtuoso del violín a los taytantos, aprender a marchas forzadas a los treinta años. 

Un abrazo, 

Irene.